Estudio Etnoedafológico del Ejido San Juan y San Agustín en Jocotitlán, Estado de México
DOI:
https://doi.org/10.28940/terra.v42i.2062Palabras clave:
clases de tierras, clasificación campesina de tierras, conocimiento local del suelo, suelo-tierra, tecnología agrícolaResumen
El enfoque etnoedafológico es relevante, primero, porque se rescata el conocimiento local ancestral sobre el suelo y demás recursos relacionados, tanto para diferenciar y evaluar las tierras/suelos de un área, como para reconocer la veracidad de las opiniones del agricultor sobre la calidad del suelo, sus propiedades y características, así como de las prácticas agrícolas y su organización para el aprovechamiento del agua. Los agricultores del ejido San Juan y San Agustín, Jocotitlán, Estado de México clasifican a sus tierras en cinco tipos: barro (Vertisols), blanca (Umbrisols), revuelta (Phaeozems), colorada (Cambisols) y tepetate (Regosols) con base en su textura, color, contenido de humedad y porosidad. La tierra barro la definen como la de mejor calidad cuando las condiciones climáticas son óptimas; sin embargo, dado el comportamiento del clima en los últimos años, las tierras blanca y colorada son también una buena opción. Los agricultores indican que la principal limitación, para la producción en todas sus tierras, es la disminución de la precipitación; además, consideran importante el trabajo dedicado en la labranza y el recurso económico invertido para tener una idea del rendimiento promedio de cada clase de tierra. Científicamente se encontraron discrepancias con la clasificación reportada por instituciones oficiales en cuanto a grupos de suelo, así como los datos sobre los usos del suelo y la vegetación. Considerando que, por el nivel de detalle y la importancia del conocimiento local, resulta recomendable considerarlo en la planeación del desarrollo del sector agrícola.